Entrada destacada

¿Qué es la psicoterapia?

"Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana" Carl Gustav ...

viernes, 9 de octubre de 2015

Sé perfecta

Ei, tú. Sí, sí, tú. Tú que estás mirando este texto de refilón como si contigo no fuera la cosa. Tú que te esfuerzas cada día por ser doña perfecta. Tú, que te has acostumbrado a tener una mente charlatana. Tú, que si te equivocas piensas que tu mundo se tambalea. Tú que te martirizas por cada error cometido. Tú, a quien le importa más la opinión de los demás que la tuya propia.

¿Realmente quieres saber lo que significa ser perfecta? Bien, sólo te lo contaré con una condición: esfuérzate día a día en serlo, tal y como te estás esforzando ahora. Pero eso sí, después de conocer el secreto, hazlo desde otra óptica, con otra mirada.

Pues allá voy: Ser perfecta es reír hasta que te duela la barriga una noche improvisada con tus amigos. Ser perfecta es aceptar tus errores y aprender de cada uno de ellos. Ser perfecta son esos saltos en la cama un domingo cualquiera. Ser perfecta es moverte como las olas del mar, sin miedo y con fuerza. Ser perfecta es comerte aquel dulce que tanto te gusta y saborearlo hasta decir ¡basta!. Ser perfecta es disfrutar de esos paseos que no llevan a ninguna parte. Ser perfecta es llorar y reír al mismo tiempo. Ser perfecta es  no pensar en nada y dejarte sentir. Ser perfecta es no tener miedo a fallar. Ser perfecta significa que tu opinión sea la más importante.

Ser perfecta es ser, sencillamente imperfecta.

Bien, y ahora que ya sabes lo que significa ser perfecta ¿te seguirás esforzando como hasta ahora?


Firmado: una chica imperfecta. 

sábado, 3 de octubre de 2015

Colaboraciones

Actualmente estoy trabajando como psicoterapeuta en Cuida't, un centro de Nutrición y Psicología ubicado en Esplugues de Llobregat. Además tengo la oportunidad de poder llevar a cabo terapias grupales, charlas y talleres. Allí pongo a disposición de mis pacientes un espacio respetuoso y protector en el que los acompaño en el proceso de cambio y crecimiento personal.
 
También colaboro como psicoterapeuta de adultos, infanto-juvenil y familiar en el centro Apren + en Vilanova i la Geltrú, donde trabajamos de manera multidisciplinar llevando a cabo una comunicación continua entre todo el equipo que nos permite ofrecer mejores soluciones ante los problemas.
 
CAPIA es un centro de Psicología y asesoramiento personal, ubicado en Barcelona, que ofrece valoración y atención psicológica, además de formación (cursos, conferencias y talleres). Tengo la gran suerte de formar parte de un equipo de profesionales expertos en Psicología con una elevada formación y con gran experiencia, ocupándome de las terapias con adultos.
 
Puedes encontrarme en Esplugues de Llobregat, Les Corts o Vilanova i la Geltrú.

jueves, 23 de abril de 2015

Dándole un giro a la leyenda de Sant Jordi: no quiero que mates dragones por mi.

No quiero que mates dragones por mi, ni zombies, ni monstruos. Quiero que me ayudes a enfrentarme a ellos aunque pueda resultar herida. 
 
No quiero que me regales una rosa cual princesa. Quiero que me ayudes a plantar un rosal y así poder disponer de una flor siempre que quiera. 
 
No quiero que me cuentes cuentos de hadas. Quiero que construyamos nuestro propio cuento, nuestra propia historia. 
 
No quiero que seas mi escudo, ni mi arma. Quiero tener mi propia lucha y ser yo la única combatiente capaz de ganar. 

 No quiero necesitarte, ni cambiarte. Quiero estar a tu lado porque junto a ti puedo ser la mejor versión de mi misma. 

No quiero amarte de una manera posesiva. Quiero amarte de una manera contemplativa, de una manera humilde. 

No quiero amarte mucho. Quiero amarte bien. 

No quiero colmar mis carencias contigo. Quiero enriquecer mi abundancia contigo. 

No quiero que me valides. Quiero que me apruebes tal y como soy. 

No quiero que me prometas nada. Quiero vivir el presente. 

No quiero que escribas una fábula. Quiero construir mi propia aventura. No habrán príncipes, ni dragones, ni tan siquiera calabazas gigantes, pero sí habrá mucho respeto, admiración, libertad y amor, mucho amor...
 

jueves, 19 de febrero de 2015

¿Tenemos que temer a la muerte?

Hace unos meses me tropecé con una persona desazonada, angustiada y aterrada, lo pude observar en su mirada y en la falta de aliento de sus palabras. A su padre le habían detectado cáncer terminal y ella había decidido no explicárselo por miedo a la reacción que él pudiera tener. No quería que sus últimos meses de vida los pasara angustiado, o eso es lo que ella creía que iba a suceder... Desde ese encuentro casual, no he dejado de darle vueltas a este asunto y ha ocasionado que me sumerja en lecturas de temática sobre la vida y la muerte, de las cuales he aprendido infinidad de cosas. 

Hoy, puedo decir, que el pavor que me transmitió aquella mujer no provenía por temor a que su padre no respondiera bien ante tal noticia. Se trataba de ella misma, de no poder aceptar que nuestra existencia deba terminar y al mismo tiempo, sin que ella fuera consciente, estaba renunciando a lo más valioso: ser compasiva, comprensiva y benevolente con su padre hasta su última exhalación. No era la primera vez que escuchaba que a algún moribundo (alguien que está cercano a la muerte) se le negaba dicha información, pero ¿quiénes somos nosotros para ocultarles algo que tiene que ver con su propia vida? ¿A caso no merecemos intentar aceptar la realidad, por muy difícil que pueda resultar? ¿A quién estamos engañando verdaderamente?Hace más de 5 años, perdí a mi segunda madre (es lo que siempre decía desde que era bien niña). Recuerdo el día que me dijeron que ella tenía cáncer, no me lo podía creer, mis ojos se inundaron de lágrimas y mis piernas se paralizaron pese a que mi único deseo era correr en dirección contraria a aquella realidad. Tan solo habían pasado unos pocos meses desde que falleciera mi abuela, también de cáncer y justamente fue mi tía quien cuidó de ella hasta su último aliento. Pero ahora llegaba su turno, un cáncer que había invadido gran parte de su cuerpo. No lo podía admitir, ¿por qué ella? ¿por qué el mundo era tan injusto?

Hoy puedo entender que aquella negación, de alguna manera era una forma de defensa, una forma normal y sana de enfrentarse a una noticia como aquella. Pero más tarde empecé a sentir rabia y empecé a culpar a Dios (en el cual había dejado de creer hacía tiempo), de todo lo que estaba sucediendo. Ver a mi madre llorar día tras día me rompía el corazón, pero lo que más rabia e impotencia me hacia sentir era observar como el cuerpo de mi tía iba menguando, sus brazos cada vez eran más delgados... señal de que algo no iba bien. Las esperanzas eran cada vez menores, así que tenía que buscar un culpable para poder quitarme un poco de peso de mi fatigosa espalda.

Al cabo de unos meses, cuando por fin acepté que ya no había vuelta atrás, que la muerte se aproximaba y tan sólo sería cuestión de meses, empecé a hacer pactos con Dios (en el cual continuaba sin creer), pero nada daba resultado. Le pedía que la dejara vivir hasta septiembre, que sería cuando naciera su primer nieto y éste, era el último deseo de mi querida tía. Cuando contemplé que aquellas promesas no servirían para nada comprendí que lo único que podía hacer era aceptar la vida tal y como se presentaba ¿qué otra alternativa tenía? y ésta aceptación, me llevó a tratar con sinceridad, cercanía y paz a mi familiar. Serena y calmada pude contemplar que realmente hace falta mucho valor para escuchar cuáles son los últimos deseos de un moribundo y conocer cuáles son sus miedos, porque de alguna manera te expones a los tuyos propios. Cuando la miraba, pensaba que ella nos estaba enseñando algo a los demás, una lección de valentía, de coraje y de aceptación, hasta convertirse en una auténtica maestra para mí y para muchos de sus seres queridos. Y nosotros, con mucho amor y comprensión le ayudamos a vivir hasta su último día, haciendo que pudiera salir de esa depresión silenciosa... dejando que sintiera aflicción, o simplemente entregándole mucho cariño. Si algo tenía claro era que ella necesitaba descansar antes de su largo viaje y éste era el único camino. 

La muerte forma parte de la vida y de hecho, es la parte más importante de nuestra existencia, puesto que moriremos tal y como hemos vivido. Pero a pesar de ello, cada día nos esforzamos por evitar aceptar esta realidad, evitando hablar del tema, eludiendo nuestros miedos o esquivando nuestras inquietudes, sin intentar buscar un significado o sentido al inevitable final. Nada está garantizado en esta vida, todos y cada uno de nosotros nos vamos a enfrentar a dificultades y ésta, es la única manera de aprender. De alguna manera, creo que la muerte nos enseña lo único verdaderamente importante: el amor ¿A caso existe algo más valioso?

Después de reflexionar, supongo que el verdadero problema de la mayoría de los habitantes de Occidente, es que no tenemos una auténtica definición de la muerte y por lo tanto, nada en lo que creer o nada en lo que reflexionar. Pero nada ni nadie nos puede librar de este enfrentamiento, nadie puede evitar que nos encaremos con la muerte, así que, ¿de qué nos sirve negarla? Intuyo que la muerte es una experiencia similar al nacimiento, puesto que cada una de ellas implican el inicio de un viaje. A pesar de que todavía no entendamos muchas cosas, eso no significa que no existan, ni mucho menos supone que tengamos que temerlas. 

Sin duda alguna y a pesar del inevitable dolor que sentí, puedo decir que aprendí de una verdadera maestra, alguien a quien no le importó abrirnos su corazón de una manera sincera en sus últimos meses de vida, alguien a quien no le importó esclarecer de qué manera le gustaría morir, alguien a quien no le importó compartir sus emociones... Y todo ello fue posible a que todos estábamos deseosos de arroparla, mostrándonos comprensivos y aceptando lo que iba a suceder. 

Atardecer en Turkana, Kenya.
En cada atardecer, en cada flor, en cada sonrisa de sus nietos... hay una ínfima parte de ella que me hace sentirla y tenerla presente día tras día. Y en estos momentos es cuando le agradezco el haber amado tan generosamente a toda su familia, el haber sido tan clara, tan transparente y el habernos dado a todos una lección de valentía. Y con esto quiero transmitir que morir no es algo que haya que temer, sino que aceptar. La muerte tan sólo es una transición que ocurre con mucho amor y no olvidemos que con amor todo es soportable...


Marta García, Psicóloga y psicoterapeuta.