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¿Qué es la psicoterapia?

"Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana" Carl Gustav ...

viernes, 28 de noviembre de 2014

Cuento: la botella

Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo. El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: "Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar".

El hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua... ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca... o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo atrás?

Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia... Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: "Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente". 


Foto: http://es.gde-fon.com

martes, 11 de noviembre de 2014

Eliminando el estigma.

Hace unos días tuve una primera visita con un chico que se presentaba así: "Hola soy X y soy depresivo" En un primer momento no le dí mayor importancia, pero durante esa misma sesión pude ver el daño que han causado en él las etiquetas, como ha tenido que caminar cuesta arriba con una pesada piedra, la del estigma y la discriminación que padecen este tipo de personas desde buena parte de la sociedad. Una persona, como tú y como yo,  a quien desde joven lo han encasillado como el depresivo, en el instituto, en su familia, en su grupo de escasas amistades... Y esta etiqueta ha sido puesta por los profesionales de la salud que desde que recuerda siempre le han diagnosticado Trastorno depresivo mayor. 

Mi respuesta ante aquel chico con esa pesada etiqueta sobre la espalda fue hacerle entender la diferencia entre tener un estado depresivo, debido a nuestras experiencias, personalidad, vivencias, historia de vida... (algo que puede cambiar) y ser una persona depresiva (no hay nada que lo pueda cambiar). Verdad que quien padece cáncer no se le llama canceroso, ¿por qué debemos llamar depresivo a alguien que padece depresión? 
 
Lo que tenía en frente de mis ojos era a una persona que había asumido los estereotipos de incapacidad e inutilidad, haciendo que los síntomas del trastorno fueran más persistentes, creando así una sensación de discapacidad. Una persona que asumió como verdaderos los prejuicios de la sociedad, perdiendo así la confianza en su recuperación. Una persona negativa que no asumía ningún dominio sobre su situación personal, una persona bloqueada, paralizada, atemorizada y sin ganas de vivir. 

Este hecho me dio qué pensar y es por eso que hoy he decidido escribir sobre los estigmas mentales. 

¿Sabíais que a principios del siglo xx se empezó a abordar la locura como una enfermedad y no como un estado irreversible y peligroso? En las últimas décadas del siglo pasado, el loco pasó del encierro y el olvido a ser un ciudadano con igualdad de derechos y con el respaldo de un sistema socio-sanitario que trabaja para integrarlo en la sociedad, pero todavía queda mucho trabajo por hacer... 

Esta piedra tan pesada está reconocida como una "segunda enfermedad" y como principal obstáculo para la recuperación, pese a los progresos realizados en los últimos años en la concienciación social de este problema y en corregir falsas creencias. Mucho es el daño que causan las noticias sensacionalistas que se basan en justificar hechos violentos usando la enfermedad mental como detonante. Daño irreparable a personas, familiares y profesionales que día a día luchan contra el estigma que les somete la sociedad. 

Y mi pregunta es, ¿qué podemos hacer nosotros para reducir el estigma?
 
Debemos empezar pos nosotros mismos, repasando nuestras percepciones sobre la enfermedad mental ¿pones etiquetas y estereotipos a personas que la padecen? ¿eres de aquellas que se creen los falsos mitos que la mayoría de la sociedad todavía mantiene?. 

Otro paso importante es el de no equiparar a personas con su enfermedad: una persona con trastorno bipolar no es "un bipolar" o "una bipolar". Además, debemos informar a los demás, corrigiendo con tacto las percepciones erróneas sobre la enfermedad mental que observes en otras personas. Un ejemplo sería comentar o criticar noticias en los medios de comunicación, libros... que reproduzcan estereotipos. Al igual que debemos felicitar a quienes ofrecen una imagen objetiva de la enfermedad mental.

Recuerda que 1 de cada 4 personas padece alguna enfermedad mental a lo largo de su vida. ¡Puedes ser tú!